Imagínate, estás en una playa de ensueño en un día perfecto y de repente cuando echas mano a tu mochila ¡tu cartera ha desaparecido! Te pones nervioso y empiezas a pensar qué ha podido pasar… ¿Se te habrá caído? ¿Alguien la ha robado? Eso es exactamente lo que nos ocurrió, dando paso a una historia divertida que nos llevó recorrer una parte de la isla maltesa de Gozo. Este post pretende además explicar qué debes hacer en caso de perdida de tu documentación en un país extranjero.
Debo decirte querido lector antes que nada que esta será una entrada algo diferente. Más que explicar cómo llegar a la isla de Comino y qué hacer/ver, he decidido después de pensarlo, narrar el relato que me sucedió allí y que considero que puede ser de cierto interés por si alguna vez te ocurre lo mismo. Por ello esta entrada tiene un carácter más personal y salgo más en las fotos, cosa que intento evitar normalmente. Aquí va mi historia:
Era el tres de agosto y mi hermano y yo llevábamos más de una semana visitando las diversas ciudades, poblaciones e islas de Malta. Para todo aquél que haya viajado a esta maravillosa isla del Mediterráneo o que pretenda ir, debe saber que una de las visitas más solicitadas y famosas es la preciosa isla de Comino.
Un lugar paradisiaco, de ensueño, de postal, uno de esos sitios que te vende un viaje directamente cuando ves la fotografía en la guía. Habíamos dejado casi para el final esta visita y debo decir que teníamos nuestros reparos dada la concurrencia de gentes que se suele dar en el lugar. Pero si vas a Malta y no vas a Comino… algo importante te ha faltado por ver, así que ese día decidimos tomar un ferry desde el puerto de la isla de Gozo (donde estábamos alojados desde hacía días) a la isla de Comino para pasar el día haciendo esnórquel y algo de senderismo.
Tomar un ferry a esta isla es realmente fácil, una vez llegas a la zona del puerto los mismos operadores te ofrecerán el tíquet y no tiene mucho misterio. A cambio de unos 20 euros tienes traslado de ida y vuelta a la isla. Así hicimos. Fuimos en una lancha no muy grande con unas 15 personas a la isla de Comino. El traslado es realmente corto, no más de 20 minutos.
Una vez allí nos dimos cuenta de dos cosas, la primera es que era un lugar increíblemente bello con una de las mejores playas que hayamos visto nunca. La otra, es que hay mucha gente y más gente te encontrarás a eso de media mañana, así que si has llegado pronto, lo mejor es tomar un sitio en lo alto de una pequeña cuesta, algo por encima de el sitio donde están las tumbonas y las sombrillas. Allá no hay playa, lo que hay son espacios habilitados y controlados, abarrotados de tumbonas con un alquiler de unos 25 euros. Un precio que nos pareció del todo abusivo. Así que como ya he comentado, decidimos plantar nuestra mochila algo por encima de este lugar, justo detrás de la caseta de los socorristas. El único problema es que una vez en el agua, no podríamos ver nuestras pertenencias dada la distancia y el cambio de rasante, por lo tanto, debías confiar en la benevolencia de las gentes del lugar.
Así pasamos una gran parte de la mañana, entrando y saliendo del agua y haciendo fotos »postureo», de exigido rigor en los tiempos que corren. La verdad es que pasamos un tiempo maravilloso allí, antes de que pasara el desastre. Pero no nos avancemos en nuestra historia.
Después de pasar unas cuantas horas tomando el sol, en exceso, dado que allí no hay forma de cubrirse del poderoso sol africano que somete a isleños y visitantes, decidimos salir a dar una caminata hacía otra parte de la isla. El problema que se nos planteaba, es que si movíamos las toallas de sitio perderíamos una posición privilegiada y dado que cada vez más turistas iban apareciendo en el lugar, nos pareció que era menester dejar las toallas y cuatro cosas sin importancia mientras íbamos a dar esa vuelta de reconocimiento por la isla. Así hicimos.
Recorrimos durante más de media hora una parte importante de la isla de Comino, por un camino de cabras literalmente porque allí no hay carretera alguna. Además el sendero que hicimos era muy rocoso y lo hicimos de forma aleatoria, subiendo y bajando recorriendo el peñasco que bordeaba la isla. Al final, llegamos a unas calas de ensueño donde los yates privados hacen parada para disfrutar de las aguas en este sitio de postal. Nosotros ni cortos ni perezosos, decidimos buscar un camino para descender a esas calas y zambullirnos allí. Después de sondear varias opciones encontramos un descenso aceptable que nos permitió llegar a la zona de baño. Allí ya nos relamíamos ante las aguas cristalinas y la tranquilidad, cuando de repente, al echar mano a mi mochila para tomar el móvil y hacer unas fotos…¡mi cartera había desaparecido!
Ese fue el inicio de un periplo que realmente nos puso un poco contra las cuerdas. Lo primero que hicimos fue mirar si la cartera se había caído allí mismo pero no la conseguimos ver. Mi hermano y yo decidimos dividirnos. Yo volvería a la zona de las toallas mientras él se quedaría por la zona repasando el camino que habíamos hecho (más o menos). Cabe decir que hacía un sol abrasador y llevábamos mucho rato tomando el sol, así que tampoco es que tuviéramos las neuronas en su mejor momento.
Imagínate yo haciendo el camino de vuelta a las toallas pensando en mil historias, todo lo que tengo en mi cartera y ¿qué ha podido pasar?
Me culpaba a mí mismo, cómo había sido tan estúpido de olvidar mirar en la mochila si estaba mi cartera una vez realizado el baño. Había comprobado el móvil, pero no la cartera, me había olvidado completamente de ella. Puede que me hubiesen robado la cartera y que no se hubiera caído por el camino. La cartera y el móvil los llevaba en un bolsillo pequeño de la mochila, un bolsillo que abro y cierro a menudo para tomar el móvil y puede que en una de estas la cartera cayese. En mi cartera llevo toda mi documentación, DNI, carnet de conducir, todas las tarjetas de crédito y hasta el carnet de la biblioteca. Además de unos 20 euros, que realmente era lo de menos.
La cabeza me daba mil vueltas a la vez que intentaba localizar mi cartera rehaciendo el camino… mientras tanto me rondaba la siguiente pregunta… Si realmente me han robado la cartera ¿Por qué no han tomado mi móvil o la cartera de mi hermano? Cuando finalmente llegué a la zona de las toallas mi decepción se acrecentó, en la pequeña mochila que mi hermano había dejado allí, no estaba la cartera y para mí sorpresa, sí estaba nuestra GoPro. Una cámara acuática que había utilizado y que en vez de llevarnos con nosotros, por descuido la habíamos dejado allá junto a las toallas, sin ninguna vigilancia más de una hora. Mi cabeza empezó a saturarse, ¿cómo había sido tan descuidado? ¿Estaba empezando a quedarme lelo debido al sol? En ese momento decidí llamar a mi pareja, Susana, que se hallaba en Barcelona trabajando y darle la mala nueva….
Como era de esperar, Susana no se lo podía creer y traté de tranquilizarla. El primer problema que tenía que solventar era mirar si se había producido algún movimiento en mis cuentas bancarias. El segundo problema y no menos importante era la vuelta a casa.
En dos días tenía que tomar el avión de regreso y sin documentación no iba a poder salir del país. Llame al banco y cancelé las tarjetas después de comprobar que no se había realizado ninguna operación extraña. Después de eso, consulté en google qué se debe hacer en estos casos y todo pasaba por llamar a la embajada. El consulado español en Malta es la única entidad que tiene potestad para emitir un nuevo pasaporte o salvoconducto para poder salir del país.
Comencé a llamar a la embajada y después de unas cuantas llamadas conseguí dar con alguien allí, le expliqué mi situación y me dieron hora para el día siguiente.
La oficina del consulado está cerca de Valleta, por tanto, al día siguiente que ya dejábamos la isla de Gozo y volvíamos a Malta, teníamos que aprovecharlo para ir directamente a Valleta a las 12:30h, para optener el salvoconducto que me permitiese salir de Malta. Para ello, esa misma tarde debía hacer dos cosas:
-Poner una denuncia de robo o pérdida en alguna comisaría de Malta.
-Hacerme dos fotos carnet para el salvoconducto.
Esto es lo que te piden normalmente para poder tramitar el salvoconducto. No suele tener ningún coste monetario, aunque esto debes consultarlo según el país donde te encuentres según la web del Ministerio de exteriores.
Una vez hablé con la embajada, mi hermano regresó con idéntico resultado negativo al mío. La cartera no aparecía por ningún lado. Decidí consultar a los chicos/chicas que vigilaban la playa. Fueron muy amables, me comentaron que no sabían nada pero que sería conveniente que hablase con todo el mundo que pudiera en la playa; personal de chiringuitos, de otros barcos, otros vigilantes…. por si alguien sabía algo del tema.
Camino al puerto para volver a la isla de Gozo, fui hablando a varias personas, nadie sabía nada, pero la verdad es que fueron muy amables. Finalmente llegué a la zona de embarque y tenía un problema. NO TENÍA TIQUET PARA VOLVER.
El tíquet de ida y de vuelta los había puesto en la cartera (dato que será importantísimo en el futuro), así que no tenían ni dinero ni con qué volver a la isla de Gozo. Cierto es que mi hermano tenía algo de dinero para comprar el billete de vuelta pero quise hablar primero con los mismos de la compañía que me había traído a Comino, puede que ellos hubiesen encontrado la cartera, puede que mi cartera hubiese caído en el barco en algún momento…
Me encontré el barco de la misma compañía soltando amarres para volver, hacen viajes cada media hora, el chico que llevaba el barco era diferente, yo le empezó a comentar el tema, pero no me creyó, el hombre puso cara de… ¿venga va, qué me estás contando? Pero tuvimos suerte, una mujer que iba con sus hijos y que había viajado con nosotros en el trayecto de ida le comentó al barquero que ciertamente nosotros habíamos ido con ellos en la ida y que era verdad que habíamos comprado los tíquets. Gracias a esa actuación providencial (que no sería la única) conseguimos que el conductor de la lancha volviera atrás y nos dejara subir para volver hacia la isla de Gozo.
Una vez en el puerto de Gozo decidí intentar hablar con el conductor que nos había llevado en la ida. Era ya medio día y no lo vimos, de hecho, la calor acuciaba cada vez más y yo estaba nervioso, debía ir a poner la denuncia. Para ello, debía ir a la única comisaría disponible para tales acciones, la comisaría de la capital de la isla de gozo, Victoria, a unos 30 minutos en bus desde el puerto y también desde nuestro alojamiento.
Mi hermano decidió ir a nuestro alojamiento, había sido una jornada muy dura también para él y habíamos pasado mucha calor. Yo decidí encaminarme hacía Victoria para poner la denuncia y obtener las fotos necesarias para realizar el salvoconducto al día siguiente en el consulado. Así hicimos, tome uno de los buses que están en la misma estación y llegué a la pequeña población de Victoria, capital de la isla de Gozo para poner la denuncia en la comisaría. No me costó encontrar la comisaría gracias al google maps, la tecnología a veces juega un papel primordial en estos casos. No quiero ni pensar que hubiese podido pasar si en vez de la cartera hubiese sido el móvil, con todo lo del pasaporte covid, códigos qr y el mismo billete de avión digital…en fin…
Llegué a la comisaría y la cosa fue algo cómica, allá parecía que tenían poco trabajo, pero menos querían currar, iban a su ritmo… Primero me hicieron esperar fuera de la oficina de forma algo estrambótica, dado que ninguno de los dos policías de la oficina llevaban la mascarilla puesta. Una vez dentro, me atendió un policía con desgana. Era un chico joven, bastante fuerte de gimnasio, con la clásica pose de »poli salvador de ancianas y niños» que tiene menos ganas de trabajar que un funcionario del Sepe antes de las vacaciones de Navidad.
Con pereza y como si me perdonase la vida empezó a tomar nota de lo sucedido. Él rápidamente descartó el robo, y dijo que la había perdido, así lo hizo constar en la denuncia. Imaginad la siguiente escena… Le estaba explicando lo sucedido mientras él tomaba apuntes en el ordenador cuando de repente entra otro compañero más mayor que él y se ponen a hablar en maltés y se olvidan de mí por completo. Tal es así que el chico que estaba tomando mi declaración se levanta de la silla y salen los dos juntos de la pequeña oficina a hablar de forma amistosa echándose unas risas. Evidentemente se me quedó cara de tonto, nervioso, sin cartera, sin saber qué había pasado y encima sin poder poner mala cara no sea que tengas un problema con »la ley». Con aquella cara de circunstancias me quedé, analizando la actuación de nuestro poli salvador de ancianas desvalidas cuyo gato se ha subido a un árbol… Me dio tiempo a realizar una conexión con la famosa psicología y delicadeza que suelen tener los policías y pensé si siempre actuaba así o directamente mi cara no le era de su agrado…
El caso es que el tipo volvió a entrar con el otro policía más mayor, la charla no había terminado y lo mejor de todo es que empezaron a hablar entre ellos bajito, en maltés, rápidamente me percaté que no hablaban en ese tono por mí, dado que yo el maltés no lo iba a entender, estaban criticando al otro compañero presente en la oficina y en ese momento al teléfono.
El policía más mayor terminó la conversación con el otro más joven que me estaba prestando declaración haciendo un gesto universal de »esto es secreto, ni una palabra de lo hablado». Una vez puesta a prueba mi paciencia, el policía joven decidió seguir con aquello que los griegos llamaron »trabajar» y volvió a su ordenador para seguir con mi declaración…
Al poco de reemprender el diálogo, entró otra vez el policía que ya se lo había llevado anteriormente y volvió a hacerme la misma jugada, me dejó allá tirado en mitad de la declaración y se fue fuera de la oficina… En esto que el tipo que había estado en el otro lado del mostrador, al que parecía que sus compañeros criticaban acabó lo que estaba haciendo y se apiadó de mí. Se sentó en la mesa del ordenador en el cual estaba mi caso abierto y reemprendió la faena. Algo más amable y resolutivo. Cuando llegó el cachas de azul de nuevo a su puesto, se encontró que el otro chico le había quitado su puesto, tampoco se preocupó mucho, volvió a salir a hacer lo que yo supongo que sería su séptimo descanso matutino.
El otro policía parecía más eficiente y lo fue de hecho. Acabó la declaración en una abrir y cerrar de ojos, imprimió la denuncia y puso los sellos pertinentes. Me dijo que con esa denuncia no tendría problemas en el consulado. Contento en parte después de conseguir poner la denuncia, salí de la comisaría preguntando antes dónde podía hacerme las fotos. Me comentaron que había dos tiendas muy cercanas a la estación central de autobuses de la población de Victoria, así que me dirigí hacía allí no sin antes tomarme una foto selfie en la puerta de la comisaría. Quería dejar recuerdo gráfico y humorístico de la cara que tenía un »pringao que acaba de perder su cartera».
Aquí tenéis la foto:
Bien, una vez llegué a la estación a 37 grados a la sombra, descubrí que en aquella población como en casi toda Malta, las tiendas cierran al mediodía. Por tanto, debía esperar dos horas a que abriesen las tiendas de fotografía.
Perfecto, con muy poco dinero encima, prestado de mi hermano, sin mis tarjetas de crédito, con poca batería en el móvil y con un sol abrasador esperando dos horas a que abriesen las tiendas de fotografías. En estos casos cualquier persona normal se quedaría descansando pero yo pensé que era un buen momento para descubrir la capital que el día anterior no habíamos tenido prácticamente tiempo de visitar. Así que me puse manos a la obra. Visité el casco más céntrico de esa tranquila población y después fui a la espectacular ciudadela de la antigua Victoria. Un lugar espectacular construido con ese tipo de piedra color arena que caracteriza a casi todos los edificios de Malta. La entrada es gratuita como podéis suponer.
Aquí tenéis algunas fotos:
En un momento dado tuve que hacer una parada a la sombra en una de las escaleras de la ciudadela, hacía realmente mucha calor. Debo decir que la espera se me hizo algo larga. Cuando finalmente abrieron la tienda de fotografía entré en lo que era un gran y desordenado estudio. Allí atendía un hombre bastante mayor y amable, de unos sesenta y muchos años, acompañado del que parecía ser su padre, un hombre todavía más mayor que estaba sentado en una silla observado todo. Me despertó mucha ternura la escena.Tardó poco en hacerme las fotos y intenté sonreír para mi foto, al fin y al cabo, esas fotos me las iba a quedar de recuerdo, pensé que observarlas con el tiempo sería bastante trágico/cómicas.
Una vez con la denuncia y las fotografías decidí volver a nuestro hotel en mitad de la nada en la isla de Gozo, a descansar después de una larga ducha fría. Me propuse a mí mismo no pensar más en el tema, por mucho que me preocupase, hasta el día siguiente. Además miré con optimismo el tema de ir al consulado, siempre había querido ir a uno y sería una experiencia nueva y aventurera. Eso de conseguir un salvoconducto para volver a casa sonaba a la típica historia viajera que a uno le gustaría contar a esos nietos que jamás tendré.
Al día siguiente, después de despedirnos de nuestro casero, un tipo búlgaro de lo más simpático llamado Pep (con cierto parecido a Jack Nicholson) que se había entristecido mucho por mi pérdida, nos dirigimos de muy buena mañana al puerto de Gozo para volver a la isla principal de Malta.
Teníamos tiempo de sobra, pero los buses son realmente lentos y del puerto de Malta a la población de la Valetta cerca de donde se haya el consulado (no está realmente en la misma Valeta sino en una población anexa llamada Ta ‘Xibiex) había casi una hora de recorrido. Por lo tanto decidimos curarnos en salud y salir de buena mañana. El ferry se tomaba en el mismo lugar donde habíamos tomado el ferry el día anterior a la »isla maldita» donde perdí mi cartera. ¿Así que una vez nos bajamos del bus adivinad a quién nos encontramos? Al mismo tipo que había conducido la lancha el día anterior.
Aquí es donde cambió todo. Le comenté que el día anterior había perdido la cartera y que si sabía algo (con pocas esperanzas ciertamente) y el me dijo »wait, come with me» Mi cara cambió de color, había un rayo de luz en todo aquello.
Llegamos a la pequeña parada donde estaba la que parecía la jefa de la empresa y otros trabajadores. La chica de mediana edad, me comentó que ayer alguien en la isla había encontrado una cartera y que al encontrar el tíquet de su compañía de barcos dentro decidió entregársela a ella. Mi felicidad era absoluta, pero no tenían allí mismo la cartera, se la habían entregado a la policía. Uno de los trabajadores llamó por mi y habló con ellos en maltés, la policía maltesa le preguntó por teléfono cómo era la cartera y aquí viene algo realmente cómico que pondrá a prueba tus conocimientos cinematográficos querido lector (si has conseguido llegar hasta aquí)…
¿Recuerdas aquella escena al final de Pulp Fiction en la que Samuel L Jackson y John Travolta son »víctimas» de un atraco y en la que Samuel L Jackson acaba girando las tornas y apuntando al atracador pidiéndole que le devuelva su cartera? El atracador le pregunta ¿cómo es tu cartera? Pues mi respuesta fue la misma que ofreció el bueno de Jackson en aquella escena… Mi cartera es aquella que pone »hijo de puta peligroso» ;)…
La chica se echó a reír y me puedo imaginar la cara del poli al escuchar eso traducido al maltés por el trabajador que estaba llamando con mi móvil a la policía. Al colgar el teléfono me comentó el chico, que efectivamente tenían mi cartera y que la tenían en la comisaría de Victoria, debía volver otra vez allá.
Ya estamos llegando al final de esta historia. Dejé al pobre y paciente de mi hermano en el puerto aguardando con nuestras maletas y me dirigí inmediatamente hacía la capital de la isla de Gozo. De nuevo en Victoria, después de bajarme del bus, fui como flotando a la misma comisaría donde teníamos nuestro policía amante de las pesas, pero en ese momento no lo encontré.
En su lugar encontré a dos policías, esta vez muy amables que habían hablado con el chico de la compañía y me dijo que la cartera no la tenían exactamente allí. La tenían en otra pequeña oficina de la policía a unos 10 minutos andando de allí donde dejaban los objetos perdidos. Era una mezcla de emociones, por una parte estaba muy feliz y a la vez estaba algo nervioso, quería recupera mi cartera y ver que realmente tenía todas mis cosas. Fui corriendo hacía allí a 35 grados a la sombra y cuando llegué me condujeron hasta un lugar donde una mujer me tomó otra vez declaración. Abrió un sobre que tenía encima de la mesa y efectivamente ¡TENIAN MI CARTERA! Al hacerme entrega de la cartera, salí más contento que unas pascuas de la comisaría. Dentro de mi cartera estaba todo, incluso los 20 euros que tenía cuando la perdí.
Estaba claro que nadie había robado mi cartera, en algún momento se me debió caer al suelo sin percatarme. El santo o santa que encontró la cartera removió todas las tarjetas hasta que finalmente la única pista que encontró para dar con su portador era el famoso tíquet de barco que me había llevado a Gozo. Por ello entregó la cartera a la otra chica de la empresa de embarcaciones y ella, a su vez, hizo entrega de la cartera a la policía. Volví al puerto y hablé con la chica de nuevo, le di las gracias y como le prometí, le dije que en mi blog de viajes agradecería la honestidad ofrecida no solo por ella sino también por sus trabajadores y así les haría un poco de publicidad. Lo prometido es deuda.
Decidí tomarme un selfie una vez más saliendo de la oficina de policía con mi cartera recuperada en menos de 24 horas. Con la siguiente moraleja aprendida, intenta tomarte la vida con humor, dado que como dijo aquel, la vida es demasiado importante como para tomártela enserio.
Epílogo: Nuestra historia toca a su fin, si has llegado hasta aquí felicidades. Una vez recuperé la cartera hablé con la chica del consulado que me había atendido el día anterior por teléfono para hacerle saber que había encontrado mi cartera y que por lo tanto anulaba mi cita. Fue también muy amable, le agradecí la atención prestada y lamento no poder citar su nombre porque no lo recuerdo. También llamé a Pep el hombre del alojamiento, el cual se alegró de que hubiese recuperado la cartera.
Recuerda que hay muy buenas personas en este mundo, de hecho la mayoría de personas son así y en situaciones de verdadero apuro siempre hay personas dispuestas a ayudarte.
Nos quedaban dos días más en Malta que disfrutamos a tope, pero eso ya es otra historia y será narrada en futuras entradas cuando hablemos más sobre Malta. ¡Os dejamos algunas fotos de la maravillosa isla de Comino y nos vemos!