Puskhar es la ciudad sagrada del Rajastán, una ciudad llena de encanto y espiritualidad, aunque también tendrás que ir con cuidado con algunos timadores que habitan por el lugar.
Camino a la ciudad pasamos por unos templos que se encontraban dentro de una excavación arqueológica donde nos hicimos algunas fotos divertidas. Una de estas fotos es la que he utilizado para etiquetar este post, aunque no sea de Pushkar propiamente.
Una vez llegamos a Pushkar sobre el medio día y después establecernos en nuestro hotel un poco a las afueras del centro de la población, decidimos andar para visitar el pueblo, no sin antes ser advertidos por nuestro chófer que existe un timo muy recurrente en la ciudad para que no cayéramos en él.
Por lo visto se te acercan indios locales vestidos de monjes y te ofrecen unas flores que depositan en tus manos. Se ofrecen a enseñarte como hacer un ritual sagrado en los ghats de la ciudad y una vez hecho el ritual te piden una cantidad exagerada de dinero por ayudarte, si te niegas se pueden incluso poner agresivos y amenazarte, cosa sorprendente en la India porque suele ser bastante segura, por ello es bueno no caer en su trampa. Nada más veas que se acercan con su sonrisa falsa y sus flores, haz como nosotros, que los enviamos directamente a tomar viento 🙂 con otra gran sonrisa para no ser descorteses. De hecho algunos lugareños ya nos advirtieron que no cayéramos en la trampa, así que les agradecemos que intenten ayudar a los turistas.
Una vez en el centro de la población nos llamó poderosamente la atención el mercado que se articula alrededor de los ghats, un mercado precioso con además el típico bullicio propio de cualquier ciudad india. En el mercado podrás encontrar muchas tiendas de ropa, ya que la población está especializada en el tejido y también en los camellos. Cada año se celebra en la población la feria del camello que atrae los mercaderes en buscan de los mejores ejemplares de estos maravillosos animales tan típicos de la India.
Una vez visto el mercado pasamos a visitar la zona de los ghats, debes recordar quitarte el calzado para poder entrar en esta zona »sagrada». A veces ir descalzos se nos hace un poco difícil a los turistas porque el suelo está lleno de una suciedad indescriptible, pero no te quedará más remedio si quieres ver la zona. Yo lo llevaba bien pero Susana sufría más con el tema. En los ghats podrás vivir la autentica religiosidad hindú, viendo la gente bañarse para lavar sus pecados y purificarse.
Después de visitar la zona de los ghats decidimos buscar una establecimiento famoso en la ciudad por sus masajes,así que fuimos otra vez al mercadillo para buscar el lugar pero nos sorprendió una lluvia tremenda, una de esas lluvias asiáticas que solo sabes como son si has estado alguna vez en algún país de la región. Llovía y llovía sin parar, así que tuvimos que refugiarnos debajo de una de las tiendas que habían por allí. Yo aproveché y me metí a visitar un templo local, Susana prefirió no hacerlo porque tenías que descalzarte antes de entrar en una calle que, debido a la lluvia, estaba llena de fango, así que se quedó allí mismo. Yo decidí entrar y la verdad es que me gusto mucho la visita el templo era auténtico y el único turistas era yo, pese a estar lleno de lugareños que me observaban con asombro mientras hacían su ofrenda al dios local. Allí esperé a que escampara un poco la lluvia y cuando salí me encontré a Susana peleándose con algunos lugareños pues que parece ser, le habían empujado un poco ya que así se abren paso en la india.
Decidimos volver a buscar la zona de masajes, así que emprendimos de nuevo nuestra ruta por el mercadillo. Ya había caído la noche y mientras buscábamos el lugar, volvió a empezar a llover pero esta vez aun más bestia, así que decidimos parar en una tienda donde hacían los típicos lasis (batidos de yogurt indio) a esperar a que escampara la lluvia de nuevo. Pero esta vez no escampó, sino todo lo contrario, la lluvia siguió cayendo mientras hablábamos con el dueño de la tienda que muy amablemente nos invitó a un segundo lasi (la amabilidad india cuando es sincera la verdad es que da gusto). Como en la población no habían cloacas de ningún tipo el nivel del agua empezó a subir y a subir, de tal forma que la población entera se estaba inundando y el agua ya nos llegaba hasta las rodillas. Empezamos a asustarnos al pensar que nuestro hotel estaba a las afueras y tendríamos que rehacer todo el camino con una lluvia tremenda y además sin iluminado. En esas que pasó un Tuc-Tuc delante de la tienda que se abría paso por la pequeña calle de la mejor manera posible. Nosotros y el dueño de la tienda desesperados le hicimos señas para que parara como así fue. Dentro del vehículo había otro indio, un hombre mayor y vestido de forma elegante, nos preguntó donde estaba nuestro hotel y nos comentó que nuestro hotel estaba muy cerca del suyo así que decidimos compartir viaje.
Una vez nos montamos en la parte trasera del Tuc-Tuc mientras luchábamos por no caernos puesto que avanzar con esa agua era casi imposible que no volcáramos, el hombre indio y yo mantuvimos una charla de lo más animada. El hombre me dijo que había visitado Europa más de una vez y especialmente Irlanda. Además me dijo que estaba visitando la ciudad de Puskhar porque estaba de turismo por el norte de la India en ese momento. También me sorprendió cuando me dijo que teníamos que tener cuidado porque cuando llovía de esta manera y las calles estaban inundadas, salían pequeños y medianos caimanes a cazar todo lo que podían por mitad de la ciudad, así que hubiera sido muy peligroso habernos vuelto caminando con el agua por las rodillas, ya no solo por todas las dificultades que presenta sino por los depredadores que deciden »darse un paseo» cuando la situación les es propicia.
Cuando llegamos al hotel le di un tremendo abrazo a nuestro amigo indio y una buena propina a nuestro conductor que nos salvó literalmente de quedarnos atrapados en la ciudad. Le dije al conductor que había sido un auténtico crack conduciendo con toda esa agua y el me miró y dijo que los dioses le habían guiado mientras miraba al cielo. Fuese cosa de los dioses o no, llegamos sanos y mojados a nuestro donde pudimos ducharnos, cambiarnos y bajar al restaurante del hotel donde pudimos comer una rica comida caliente. Al día siguiente se presentó nuestro conductor y nos dijo que hoy sería nuestro último día con él, puesto que tenía a su padre enfermo y debía acudir a Delhi para estar presente durante una operación importante. A partir de entonces tendríamos otro conductor, un señor mayor Sikh, que se hacía llamar Mr. Sikh. Así que una vez llegamos al hotel de nuestro siguiente destino Jaipur, nuestro conductor y a su vez amigo Buphander se marchó. Aún de vez en cuando mantenemos contacto por whatapp, espero que te vaya todo bien, eres el mejor conductor de toda la India!